miércoles, 15 de abril de 2015

Anatomía.

Ya solo reconozco mis manos. 
La mirada, después de tanta lluvia, se me ha nublado. 
Los labios, que tanto te han besado,
se cortan entre palabras de doble filo.
Porque si, son las únicas armas que me quedan. 
La voz, después de tanto llamarte, se quiebra en cada grito ahogado. 
Mi pecho, con tanto afán de guardarte, se ha dado de si y solo me dice que no. Que no. 
Que yo no soy ese reflejo. 
Mis brazos, de tanto nadar intentando llegar a tus orillas se han cansado.
Y rodearte no sirve para llenarme. 
Mis piernas, que crecieron a la par que las recorrías, no responden 
y salir corriendo no me lleva a ninguna parte. 
Mi corazón, de tanto aguantar mentiras,
de creerse fuerte y dejarse romper,
 late por inercia y no por mi. 
Mi pelo, después de cambiarlo tanto de color como de estrategia,
brilla menos y se deja caer por mis hombros
huérfano de tus manos, sin control, sin tu olor.

Ya solo reconozco mis manos.
De tanto frío, de tanto acariciarte, de tanto abandonarlas a la suerte de escribir. 
Solo las reconozco cuando, en noches como esta, se acuerdan de ti.