Iba a empezar hablando de ella en pasado,
pero no sería verdad.
Ella es un tesoro.
Una de esas lucecitas que entran en tu vida
y hacen que brilles.
Si, brilla por luz propia.
Su fuerza no es física.
De hecho es tan pequeña
que la llevo dentro de mi
y no se ve.
Pero sus ojos y su sonrisa
son una descripción gráfica de la fuerza,
del valor, del orgullo.
Luchó durante años contra dos princesas,
como muchas.
Lo hizo,y su objetivo era echarlas
y ser la reina de su vida.
Lo es.
Un día desayunamos juntas,
hacía sol y su pelo brillaba
como esa mañana de junio.
Y la abracé.
Y cogió un tren de ida, sin vuelta,
sin maletas, sin adiós.
Creo que no hubo adiós porque nunca se ha ido.
Que sigue aquí, pero no la puedo ver.
Me enseñó a quererme más,
a quererla más
y a querer más.
Me dejó deshecha para que me reconstruyese.
Y aquí estoy,
escribiendo sobre ella como si me fuese a leer.
Aquí estoy , pitufa.
Acordándome de ti.
Como todos los días.
No nos vemos, pero nos tenemos.
Te quiero.
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